PROGRAMA 2X07 - NOCHE DE ÁNIMAS: SANTA COMPAÑA

Con motivo de la cercanía del Día de los Difuntos, hemos querido dedicar este programa a homenajear los ritos que se suelen realizar esta noche de misterio en muchos lugares de España y del mundo. Comenzando por la Galicia mágica y la simbología de esa "Santa Compaña" o "Procesión de Almas" que se originó en la cultura celta y que aún hoy en día se sigue contando. También haremos un repaso por muchos cementerios particulares y peculiares que guardan un encanto especial y muchas historias.

ARCHIVO OCULTO: "Señal WOW", en el año 1977 el equipo de búsqueda de inteligencia extraterrestre se dio de bruces con una extraña señal que podría haber sido de cualquier cosa o de cualquier efecto cosmológico, pero que en aquella época donde el fenómeno ovni estaba tan de moda muchos lo asociaron a un mensaje llegado de alguna civilización alienígena desconocida.

NOTICIAS: Se acrecentan las tormentas solares en los últimos días, el Sol está en plena actividad geomagnética; la NASA planea un futuro viaje al planeta Venus en dirigible, y esto es por las condiciones de este planeta; el astronauta Buzz Aldrin ha comentado que estaría bien para la investigación del planeta Marte que viajaran seres humanos para quedarse allí y poblarlo.

EXTREMADURA ENIGMÁTICA: "El caso de la niña endemoniada de Villafranca de los Barros". Era el siglo XVI y la tranquila localidad del sur de Extremadura se vio salpicada por un caso terrorífico y muy extraño de una niña de apenas tres meses que en una noche empezó a sentir convulsiones raras y un balbuceo en latín, con unas palabras inquietantes y que estaban relacionadas con la Casa de los Austrias que gobernaban en aquel tiempo.

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LA NOCHE DE LAS ÁNIMAS EN GALICIA
Y LA SANTA COMPAÑA



La noche, relacionada con el color negro, con la muerte y con el inconsciente, es un intervalo temporal repleto de miedos, de sospechas y de desconfianza ante lo desconocido. Durante la noche, según la tradición, no resulta adecuada la ingestión de aguas pues éstas puedan causar enfermedades. En estas horas de ausencia de luz deambulan por los campos y los caminos seres extraordinarios y ocurren hechos infrecuentes; por ejemplo, La Santa Compaña, en los campos de Galicia, abandona los cementerios y recorre bosques y caminos. Pero hay una noche especial, la de difuntos o de ánimas, en que se confunde el mundo de los vivos con el de los muertos. Y Galicia, tierra de seres misteriosos y de tesoros ocultos bajo piedras encantadas, de la legendaria Reina Lupa y la llegada del cuerpo del apóstol Santiago, las meigas y la Santa Compaña es un territorio único para descubrir todos los misterios que nos depara la noche de los muertos.

El “otro mundo” es, en realidad, un espacio muy cercano a nosotros, no sólo porque es cita inevitable, sino también por estar presente en nuestro día a día. Ya lo decían algunos de nuestros mayores: los muertos no están solo en los cementerios. Sus espíritus pueden caminar en esa inquietante procesión de ánimas conocida como la Santa Compaña. En Galicia, cuando cae la noche de difuntos se encienden cirios y lámparas de aceite para que los que nos han abandonado sepan que tienen una luz que vela por ellos, que no han sido olvidados por sus seres queridos. Porque, ¿no hay peor muerte que la provocado por el olvido? En algunos lugares se deja pan en la mesa y otros alimentos porque esa noche los finados visitan a sus familiares, comparten la cena.

Una celebración muy relacionada, en Galicia, con la festividad de Difuntos es el festejo denominado A noite de Samaín. Samaín es una deidad celta relacionada con el culto a los muertos. Este festejo está relacionado con la noche de Halloween anglosajona, que no debemos olvidar que es fruto de la influencia de la emigración irlandesa, y escocesa hacia Estados Unidos a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. En realidad, esta noche de los espíritus del folclore americano es, pues, una fiesta basada en las tradiciones y creencias funerarias celtas, llevadas por los emigrantes al continente americano.

En Galicia, los niños adquieren un papel destacado en esta noche de ánimas. En la Ferrolterra, o comarca de El Ferrol, los niños preparan las tradicionales calabazas huecas con una vela en el interior, que mantendrán encendidas durante la noche para espantar a las meigas, en un intento de recuperación de una tradición relacionada con el culto a la muerte de los celtas. Los celtas creían que, durante esa noche, la más peligrosa del año, hay una plena comunicación entre este mundo y el más allá; se abrían puertas y los espíritus iban y venían a su antojo, campando a sus anchas. Por ello, los guerreros celtas colocaban una pequeña vela en las calaveras de sus enemigos derrotados, para ahuyentar sus espíritus.


LA SANTA COMPAÑA


De los muchos mitos y leyendas que pueblan Galicia, hay una creencia que ha permanecido inalterable durante siglos en la mentalidad del pueblo gallego. Y está muy relacionada con los moradores de la oscuridad, con la muerte, las encrucijadas de caminos o las proximidades de camposantos. No es otra que la Santa Compaña, llamada también procesión de ánimas, y que es una marcha de ánimas en pena que se hallan en el purgatorio y que, por tanto, corresponden a gentes que no murieron en pecado mortal. Su aspecto externo se asimila al de una procesión y un entierro. La Santa Compaña recorre los caminos todas las noches desde la iglesia y por diferentes lugares de la parroquia. Presenta ciertas similitudes con Ankou, que vaga por las noches en las tierras bretonas, envuelto en un sudario, sobre un carro, y de quien dependen las anaon, las almas de los muertos.

Estos seres inmateriales pululan por las noches en comitivas, de por lo menos cinco, buscando redención para sus penas con ayuda de vivos o anunciando una muerte inminente. A las doce de la noche, o al canto del gallo, las ánimas salen de sus tumbas y comienzan su itinerario. La marcha discurre en silencio aunque a veces puede acompañarle el sonido de campanillas, letanías, plegarias o una suave brisa. El mínimo son cinco porque uno lleva la cruz que recoge en la iglesia; otro, el caldero con agua bendita y el hisopo (varilla de metal o madera que se utiliza en la liturgia católica para bendecir con agua bendita). Un tercero lleva el estandarte; el cuarto lleva el farol y el quinto porta el viático. En ocasiones, van acompañados por lo que se llama visión, que es un féretro llevado por los de la Compaña precediendo al que va a morir.

Si nos encontramos con la Santa Compaña, cuenta la leyenda, hay que estar alerta para que no nos entreguen la cruz o nos coloquen en la mano uno de los cirios. Si alguna de estas dos situaciones se produce, el que portaba estos instrumentos queda liberado y el desprevenido pasará a formar parte de la comitiva por mucho tiempo. Su compromiso durará eternamente a menos que sea capaz de transferir la cruz, mediante la frase ritual (te toca a ti), a otro vivo, que se verá obligado a ocupar su puesto. Para protegerse de la Santa Compaña hay varias fórmulas. Una de ellas es apretando los puños, como símbolo de fortaleza para no agarrar nada. Otra, cruzando los brazos. Y en otras zonas de Galicia se recomienda dibujar un círculo (símbolo de perfección y eternidad) con una cruz en el suelo, hecho con una rama de olivo, y permanecer en su interior mientras transita la Compaña.

El visionario que ve pasar la Santa Compaña puede reconocer al que va a morir porque va en la comitiva detrás de su propio ataúd. En este caso si se da prisa en advertirle yendo a su casa, aquél podrá vivir muchos años más. Existen más formas de liberarse de la Santa Compaña. Si ésta visita una casa hay que tener mucho cuidado en abrir la puerta porque eso significa muerte segura. En todo caso es necesario entreabrirla un poco, lo necesario para dejar salir un gato negro, que le liberará del maleficio. También es bueno tener un caldero de agua bendita y un farol porque se le pueden colgar a un perro y éste quedará ligado a la Compaña. La visión no se hace en grupo, es decir, sólo una de las personas es la visionaria, quien ve esa procesión. En algunas ocasiones, la Santa Compaña finaliza su periplo con un banquete en las puertas del cementerio ante una mesa colmada de manjares. Quien participe del festín debe evitar ingerir cualquiera de los alimentos pues sería su perdición.

En muchos rincones y aldeas de Galicia se mantienen tradiciones y costumbres populares como remedios ante tales visitas. Es importante tener un perro o un gato negro. Y en muchas casas del medio rural gallego se mantiene la costumbre de guardar en botellas agua bendita, algún pequeño farol o linterna y cascabeles. Si hay que caminar de noche por senderos lúgubres es bueno llevar un palo de olivo, algún pedazo de pan, cuernos de ciervo volante (de este tipo de escarabajo, en gallego vacaloura), dientes de ajo, entre otros artículos. Es frecuente también el uso de escapularios con la imagen de la santa o santo bajo cuya advocación se encuentre la iglesia parroquial a la que se pertenece.



Por un lado, se cree que el relato de la Santa Compaña puede tener origen en otro de la mitología europea, el mito de la cacería salvaje, que entraría a la Península Ibérica por medio de las invasiones de pueblos germánicos durante la Alta Edad Media. Esta tradición europea consiste en una comitiva espectral de cazadores acompañados de caballos, perros rastreadores, a través de los cielos o por la tierra. Era esta un augurio de alguna catástrofe, como una guerra, pero también, al igual que la Santa Compaña, una premonición de muerte del que contemplaba el aterrador desfile. Se asocia mucho esta ficción con el dios nórdico Odín, el cual encabezaría una tropa de muertos que conforma la cacería salvaje. Esta leyenda se extendió por territorios escandinavos, Alemania, Francia y las Islas Británicas como aquellos jinetes fantasmales en busca de almas.

Por otro lado, la Santa Compaña también puede tener sus raíces en diversas creencias celtas en los espíritus nocturnos. Es preciso recordar que el noroeste peninsular, y muy especialmente Galicia, fue un lugar de asentamiento del pueblo celta, con lo que muchas de sus tradiciones han sido recogidas por los habitantes de esa tierra. Pero, ¿cómo han llegado estos mitos a convertirse en la Santa Compaña?. La respuesta viene de la mano de la llegada del cristianismo. La Iglesia, al no poder erradicar estas creencias populares, profundamente arraigadas en la población, cristianizó las costumbres y los relatos de origen pagano sobre el culto a los muertos. Así pues, cuando surge la idea del Purgatorio en la tradición católica y empezaron a aparecer las historias de procesiones de muertos penitentes, la leyenda de la Santa Compaña cobró forma como un relato de muertos que perecieron en pecado y que, tras su muerte, deben penar, vagando por los caminos junto a la Santa Compaña para alcanzar así el Cielo.



Las leyendas cuentan que las almas vuelven a sus casas en la noche de Todos los Santos. Para que no entren, en muchos pueblos sacaban a la puerta una calabaza vacía con ojos y boca y una vela en su interior (al igual que hoy se sigue haciendo en Norteamérica en la celebración de Halloween). En otros sitios para impedir que las ánimas entrasen en las casas tapaban con gachas las cerraduras. Pero hay costumbres e historias también fuera de nuestras fronteras, porque nos vamos a ir a un pueblo maya, Pomuch, porque allí el Día de Difuntos se celebra de una forma especial, ya que en este día y noche tan especial esta aldea se adorna con numerosas calaveras por casas y cementerio, pero la peculiaridad es que no son de dulce sino que son de huesos verdaderos.

Pomuch se encuentra en el estado de Campeche, al Sureste de México. Es una pequeña población pintoresca y de tradiciones prehispánicas arraigadas que tiene su origen en Tixpokmuch (etimológicamente se traduce como "ahí donde se tuestan los sapos") uno de los nueve cacicazgos formados en el Posclásico maya por los hermanos Ah Canul, después de la caída de Chichén Itzá. Además de hacer el pan más rico de la región, Pomuch es famosa por su peculiar celebración de Día de Muertos o Hanal Pixán como se le llama en la región maya-yucateca. El ritual incluye la inusual actividad de desenterrar a los familiares que han pasado a mejor vida y limpiar sus restos para demostrarles que aún se les quiere y recuerda.

El culto católico para conmemorar a los difuntos se instauró en América desde el siglo XVII. Rituales paganos como el de Pomuch —que sus habitantes afirman haber heredado de sus antepasados— son indicios de que el culto a los difuntos existió en tiempos prehispánicos y que el festejo católico pudo haberse instaurado en sustitución de éste. Los antiguos mayas tenían varios dioses para representar a la muerte y sus diversas manifestaciones: Ah Puch o Yum Cimil era el Señor o Dios de la Muerte cuyo reino era el Metnal (o infierno maya), donde cohabitaba con los bolontikú o Señores del Inframundo; Ixtab (conocida como Ixtabay) era una Diosa maligna, de quién aún se cuentan mitos, que incitaba a los hombres a quitarse la vida; otra representación del Dios de la Muerte popular entre los habitantes de la Península es Kisín, un demonio travieso que en los códices antiguos aparece representado con características de calavera; y por último, los ocolpixán o "ladrones de almas", que rondan a quienes están a punto de morir.

A diferencia de muchos lugares incluidos desde el país mexicano donde la festividad del Día de los Muertos se celebra el primer día del mes de Noviembre, en Pomuch los preparativos comienzan desde el 26 de octubre. El festejo a los fieles difuntos se toma muy enserio en esta zona y se prepara con respeto y cariño. Todas las actividades que se realizan durante la semana giran en torno a la llegada de las ánimas, como si fuera un pariente vivo el que llegara de visita: se limpia y arregla la casa, se cocinan los platos favoritos del difunto, se le habla como si estuviera presente y se recuerdan sus acciones buenas o malas, dependiendo como haya sido en vida. Como parte del ritual, las mujeres bordan mantas con las iniciales del fallecido, donan flores y otros motivos decorativos para cubrir los huesos después de ser limpiados meticulosamente con una brocha. Las mantas representan "la ropa" del difunto, y se destaca esa meticulosidad importante que sean nuevas cada año, ya que se cree que de lo contrario el alma del familiar no vendrá de visita. Según la tradición, deben pasar tres años antes de que los restos puedan ser extraídos de la tumba. Una vez fuera de ésta, las osamentas se colocan en una caja de madera con la manta bordada, dentro de una pequeña casita de cemento construida en el cementerio a semejanza del hogar familiar, pintada con los mismos colores brillantes y decorada con flores y velas para que el "muerto o fallecido" se sienta como en casa.

 

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