PROGRAMA 2x34 - El misterio de SANTA TERESA DE JESÚS

Este año 2015 se celebra el V Centenario del nacimiento de SANTA TERESA DE JESÚS, una figura mítica del reformismo católico en España en el siglo XVI y fun dadora de más de una decena de conventos de carmelitas descalzas. Además es una figura misteriosa por sus visiones, sus éxtasis, su dedicación a la vida interior y la devoción a Dios. Contamos aspectos de su vida, su contexto histórico y social y su perfil psicológico. Es una de las mujeres más importantes en la historia de España, descubran esta personalidad importante.

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La figura de Santa Teresa es sinónimo de un exponente femenino en la materia de la mística católica, quizás de las pocas. Este año se cumple su quinto centenario y por siempre será menospreciada y sospechosa a ojos de la Iglesia (hoy lo vais a descubrir de boca de un sacerdote además). ¿Por qué sigue interesando la vida de esta mujer siendo una figura religiosa? Pues quédense con el detalle: se impone en un siglo dominado por el género masculino, un mundo donde ya existía el recelo a las ideas y las prácticas religiosas. Una personalidad única, una rebelde con causa, que rechaza de primera mano la clandestinidad en una sociedad que ya era muy dinámica, inquietud puede ser la palabra. Rechazaba la mediocridad, tenía un elevado concepto de ella misma y que siempre incitaba a todos los contemporáneos (mensaje que ha quedado pululando en el tiempo) a ver como la ambición no es incompatible con la virtud de la humildad.

Teresa, ante todo, era una mujer normal y corriente, una adelantada a su época, ya que las mujeres de su tiempo simplemente vivían para ocuparse del hogar y de los hijos de su marido; convertirse en esa “perfecta casada” que era el modelo propuesto a todas las mujeres del mundo en ese siglo 16. Pero ella no quería ese destino, se resignó, pero el que eligió fue aún más doloroso todavía: decide ingresar en un convento. Evita esa vida que ella consideraba enclaustrarse a directamente encerrarse en el voto a Dios, decisión que asume con todo su rigor hasta “descalzarse”. Una mujer exigente en un futuro de quietud y de dependencia absoluta que vivía la mujer de aquella época entregada a atender al esposo y que ella evita en un primer momento caer en eso y decide contribuir a la renovación (y casi revolución podemos decir) de la vida religiosa en aquella España reinada por Felipe II. Mujer de acción en toda regla.



En la vida de Teresa de Ávila se distinguen tres periodos de duración casi idéntica: “veinte años de juventud mundana” (desde su nacimiento hasta su mayoría de edad, hasta los 20 años); “27 años de retiro religioso en el convento de la Encarnación” y “veinte años de campaña espiritual” consagrada a la reforma del Carmelo (desde los cuarenta hasta su muerte). Nace un 28 de marzo de 1515 en alguna zona de Ávila aún desconocida, aunque se sabe que fue bautizada allí, en la iglesia de San Juan. Ya el nombre vaticinaba algo, porque no era muy común y la etimología griega que refleja fray Luis de León en sus escritos define al nombre de Teresa como una señal maravillosa, un prodigio. Viene de teras, teratos, que significa: milagro.

El milagro ya estaba reflejado en su nombre. Parecía que su nacimiento y crecimiento como mística la hacen ser una persona especial en una España en la que empezaba a decaer el poder y gloria de los conquistadores, donde las creencias tradicionales empezaban a perturbarse. Parece como si un nuevo pensamiento empezara a emerger. Muchos “alumbrados” de esa etapa eran católicos, que empezaban a atraer a los judíos y a las mujeres. Ella nace en una familia cristiana; con una educación cristiana. Aunque la Inquisición los tenía señalados como una familia de conversos y de adheridos al judaísmo por el simple hecho de tener una Biblia, así se pensaba en esa época. Era una familia de hidalgos, bastante acomodada para la época. Tuvo tres hermanas y nueve hermanos del mismo padre. Y su infancia está plagada de novelas de caballerías, casi como una “Don Quijote” femenina, ella estaba fascinada por esas lecturas donde se exaltaba el heroísmo de los santos que preferían morir antes que renegar de su fe. Su cabeza se llena desde muy pronto de aventuras y huye pronto de casa con el propósito de defender a las viudas, a los huérfanos y a todas las causas perdidas. Y esa infancia está repleta de juegos de imaginación con sus hermanos y primos donde se imaginaban que hacían penitencia en soledad; y en el vasto jardín de su casa de campo de Gotarrendura amontonan piedras y construyen ermitas que se derrumban al momento.

Su adolescencia está marcada por la dura pérdida de su madre a los trece años. Muere en el parto de su hermana Juana y desde entonces la joven Teresa le suplica a la Virgen María que sea su madre a partir de entonces. Sigue enfrascada en sus juegos, a sus novelas de caballerías, no abandona esa vida aunque luego posteriormente ella escribe en sus propias lecturas que esas historias de caballeros fueron una mala influencia. Una mujer con una infancia normal, repleta de diversión con sus primos y hermanos, y gran jugadora de ajedrez que era el juego que hacía furor en esa época y que fue introducido en España por los árabes en su momento. Y la destreza en el ajedrez le iba a llevar en determinadas circunstancias a pensar que es “el juego espiritual” por excelencia. Ella declara en un capítulo de uno de sus escritos (Camino de la Perfección) que la vida espiritual trata de poner en jaque al Rey de los cielos a fin de apropiárselo definitivamente. Ella se consideraba parte de una enorme partida en la que la figura más importante era la dama o reina, porque para ella es la pieza fundamental que hay que saber mover en el momento oportuno, y eso lo aplica a su vida espiritual. Ella se consideraba la Dama de una enorme partida, ella decidía cómo podía terminar ese juego y lo que podía hacer que la ganara es la Humildad, que es el lugar que algunos místicos consideran que ocupa la ficha de la reina en el ajedrez.

Una muchacha que compartía los mismos gustos para la moda y el maquillaje que tenían las demás chicas de su época en esa sociedad castellana del siglo 16. Una sociedad extrañamente moderna, pero sensible a las innovaciones que daba por ejemplo la moda, y que Teresa es testigo principal de aquello. Y una de sus principales virtudes físicas era su hermosura, ella misma lo confiesa en sus escritos que aparte de santa era hermosa, porque estaba a la vista, aunque lo de ser santa para ella ya era decisión de Dios. 

Una mujer solicitada por muchos hombres pero que ella seguía rechazando el matrimonio, el mismo rechazo que por entonces tenía también a hacerse monja. El futuro de Teresa se decide en 1531 cuando su padre la hace ingresar en el convento de Nuestra Señora de Engracia. En ningún momento se hace como castigo, fue de mutuo acuerdo entre padre e hija. Su padre Alonso de Cepeda temía no poder velar por la educación de su hija y preservarla de las tentaciones mundanas además de que se iba quedando sola ya que algunos de sus hermanos y primos o emigraban o se casaban. Y entra en ese convento recién fundado de las agustinas donde conocerá a una monja que iba a ser la que la iniciara en la oración y en la vida espiritual: María de Briceño. Y ahí es donde cambia la percepción del mundo de la joven Teresa, ya que se da cuenta, todavía confusamente por lo rápido que estaba pasando ese cambio, de que se le puede dar otro sentido a la vida. 

Entre 1531 y 1535 es la etapa de evolución de la nueva Teresa, sigue el curso de su estancia en el convento (cosa que no le atraía) y que le provocó una enfermedad que le tuvo varios días en cama y de vuelta a casa. Pero cuando vuelve a tomar su vida devota y gracias a las enseñanzas que le estaba dando María de Briceño, se da cuenta de la vanidad del mundo; le pide a Dios que la ilumine a la hora de elegir su forma de vida; y decide hacerse monja, algo que antes era “enemíguisima” como quedó escrito. Y una mañana del 2 de noviembre de 1535 empuja la puerta del Carmelo de la Encarnación y cuenta en su libro Camino: “Como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el ser servicio del Señor, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese”. Así que ahí lo tienen, aún con su vocación religiosa no tan firme, y preferir el convento antes que el matrimonio, al entrar en el Carmelo, se resigna a una especie de matrimonio de conveniencia que tardará veinte años en transformarlo en un matrimonio por amor. Amor a la vida espiritual de Dios.



Sin embargo, parece que Teresa no es feliz en el Carmelo. La soledad y el llanto la dominan de tal forma que a veces le contaba a sus compañeras que echaba de menos el mundo, y por eso era muy criticada por las demás monjas. Poco a poco empieza a debilitarse, a perder el apetito, temía haberse equivocado sobre su vocación y todo eso le provoca varias enfermedades y tratamientos de distintos médicos que no consiguen saber el mal que la aqueja. Su padre, un tanto desesperado, la llevó hasta una curandera que no consigue curarla y entonces se creía que sufría alguna enfermedad del corazón o incluso de tuberculosis. En 1539 sufre un síncope donde se le da la extremaunción (ahí parecía acabarse la vida de Santa Teresa sin apenas haber logrado nada importante de lo que llegaría después), la envuelven en un sudario, ofician una misa y hasta tenían preparada su tumba donde yacería. Pero ella aún vive, de hecho recuperó el conocimiento y menos mal que no fue enterrada porque era muy común en la época enterrar a personas que no estaban muertas del todo ya que por entonces no se tenían los avances médicos de ahora para determinar si la persona está muerta del todo. Consiguió abrir los ojos pero aún le costaba moverse, de hecho de las pocas palabras que consigue pronunciar le llega a decir a su padre que la lleven de nuevo al Carmelo. Pero no volvió a retomar su vida conventual después de mucho tiempo. Fue una misteriosa y larga enfermedad, casi como una especie de trance en la que quedó presa la mente y el cuerpo de Teresa. Duras secuelas se le marcaron que durante veinte años le producen vómitos casi todas las mañanas, migrañas, catarros continuos, dolores en varias partes de su cuerpo… Se duda entre la histeria y la epilepsia como causa natural, incluso de neurosis. Algunos creen que esa propensión a la enfermedades lo que la vuelve más sensible a las realidades espirituales que iban a invadir su vida. Pero el misterio sobre su salud continuaba, los médicos no sabían lo que le pasaba ni por qué después de aquel calvario que sufrió en veinte años con enfermedades de todo tipo poseyera una vitalidad excepcional. Esos trastornos físicos particularmente serios no parecen afectar a su psique, la dejaban debilitada físicamente, pero su mente mostraba todo lo contrario, una buena salud. Y a su mente se aferraba.

Mística, rebelde, adelantada, valiente y siempre 'perseguida': Santa Teresa de Jesús

Teresa retoma sus meditaciones y sus lecturas en cuanto se siente mejor, su enfermedad llegó justo cuando se iniciaba su vida interior. De todos los libros de los que se empapaba destacaba uno: el Abecedario de Osuna, uno de los mejores tratados de espiritualidad de la época que le fue regalado por su tío Ortigosa. Y entonces comenzaba la etapa de “existencia llevada a la Encarnación”. No renuncia a la contemplación pero se da cuenta de que va por mal camino, y empieza a tener conversaciones y visitas de las que algunas monjas no sabían nada y que incluso siempre la veían sola. Y la frase que deja reflejada en su obra Vida deja bien claro su cambio total, el cambio que le iba a hacer olvidar incluso las visitas a su familia y que dice: “Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte”.

Entonces comienza a ver a Cristo, que en un principio le reprocha su conducta. Ella lo achacaba al principio a su enfermedad, a los estragos. La “conversión” de Teresa se sitúa en 1555 pero, dos años antes, siente una conmoción ante una imagen, una imagen que representaba a Cristo cubierto de llagas y ensangrentado y esa imagen es la que decide cambiar su vida, “convertirse”. 

La visión de un Jesús ensangrentado fue el comienzo del cambio a una vida interior hacia Dios.

Esa visión tan dura para ella se convierte en el comienzo de esa segunda vida que iba a ser la “conversión”, a la que se estuvo preparando durante mucho tiempo, veinte años de calvario ni más ni menos. Teresa tiene cuarenta años cuando decide entregarse por entero a Dios. Se esforzará entonces para llegar hasta el final en ese universo espiritual que descubre y cuya existencia nunca sospechaba hasta entonces. Pero ella toma definitivamente esa decisión en 1555 y decide no mirar atrás. Y los progresos se suceden muy rápidos Pronto se ve favorecida por unos dones especiales relacionadas con la oración y entonces empieza a escuchar las primeras “palabras sobrenaturales”, después de eso vienen las visiones, arrobamientos y éxtasis. Y en 1560 se produce la transverberación que es el efecto de unión con Dios. Fueron años de ajetreo en su vida ya que comenzaba a ser cuestionada por personas del convento e incluso la Inquisición empezaba a entrometerse en esas visiones místicas de Teresa. Entonces es cuando la abulense decide reformar el Carmelo porque los conventos estaban demasiado abarrotados y demasiado mitigados para prestar una vida interior única.



Desde 1567 hasta su muerte, Teresa va a pasar la mayor parte de su tiempo recorriendo Castilla de norte a sur para fundar conventos reformados. En 1570 vuelve a tener otra visión en el Carmelo de Malagón: Cristo se le aparece tocado no con una corona de espinas, sino con una corona resplandeciente. Y en esa aparición deja escrito ella que le mandaba el mensaje de que no era tiempo de descansar y de que siguiera fundando conventos para contribuir a la salvación de la cristiandad. Y esa etapa, con 50 años y enferma, se convierte en toda una aventura para ella, siempre acompañada por criados y arrieros, miembros del clero, y de Dios. Entre 1567 y 1582 Teresa recorrió miles de kilómetros para fundar catorce conventos de carmelitas descalzas. Con unas pocas excepciones, los conventos se sitúan en las regiones más dinámicas por entonces prefiriéndose siempre en fundarlos en ciudades que en el campo. Y ese espíritu de reforma del Carmelo provocado por Teresa hace que las carmelitas descalzas tuvieran esta rutina diaria: en verano se levantaban a las cinco de la mañana y a las seis en invierno, tras una hora de oración mental, leían las horas menores y asistían a misa. Y algunas de las lecturas que leían eran mismamente recomendadas por la propia Teresa como “sus lecturas que alimentaron la espiritualidad de la fundadora”.  Y a ella se le debe tres innovaciones en la época: las alpargatas (ya que ella fue la primera que se “descalza” y utiliza unas alpargatas de cáñamo que las demás religiosas imitarán); el uso de las ermitas como espacios donde las religiosas pudieran recogerse (ideas que ya tenía hasta de muy pequeña) y los periodos de recreación para que las religiosas puedan relajarse ya que Teresa tenía claro que la devoción no tiene por qué ser sinónimo de tristeza.

Impone una norma a las carmelitas: deben vivir de su trabajo, que consiste esencialmente y por entonces en hilar con rueca. Se ingresa en el Carmelo para consagrarse a la oración y a la meditación, no es un pensionado de muchachas. Y además Teresa pide muchachas que gocen de buena salud e inteligencia. Lo que más teme es la debilidad de espíritu, lo que en su época se denominaba melancolía y hoy son parte de esos estados maniaco-depresivos pero ella creía que una sola enferma de esto bastaba para perturbar la vida de un convento. Ya que para Teresa, la melancolía es una especie de locura.



En 1582 Teresa sufre un fuerte dolor de garganta que no le dejaba tragar nada y que empiezan a creer que pronto va a morir. Es un tiempo de agotamiento para la fundadora de las carmelitas por la edad pero que no frenaba en su empeño de seguir fundando conventos. Y es en ese año, un 4 de octubre, cuando muere la dichosa Teresa de Ávila o Teresa de Jesús de una hemorragia cancerosa dicen algunos. Es inhumada con mucha prisa, cosa que provocó mucha polémica entre muchas carmelitas y además de la forma en que se gestionó y organizó todo. Un año después se procede a exhumar su cuerpo para que el padre Gracián junto al otro padre Cristóbal de San Alberto y algunas carmelitas vieran los restos mortales de la reformadora que decidieron ponerle ropa nueva y colocarla en un arca fácil de abrir que instalan en el coro, de forma que puedan venerarla en determinadas circunstancias. Y previamente a esto, se cuenta, que descuartizaron partes del cuerpo de Teresa para hacer reliquias, se hablaba por entonces de que el mismo padre Gracián cortó la mano izquierda y el dedo meñique; él sentía gran afecto por la madre Teresa y se cuenta que ese dedo lo guarda en un cofrecillo y que dejó escrito que el tiempo que lo poseía no sufría enfermedad notable. 

Su cuerpo quedó finalmente, después de varias disputas, inhumado en el convento de San José de Ávila. La ciudad que la vio nacer y que la acogió para el descanso eterno. Antes de esa inhumación definitiva se produce otro descuartizamiento permitido: su brazo izquierdo, del que ya el padre Gracián había cortado su mano. El padre Gregoriano fue el encargado de tal acción. Y el gran misterio que iba a llevar Teresa hasta después de muerte no eran sus visiones recordadas por muchos durante años, sino el curioso olor a perfume que exhalaba su cuerpo incluso ya muerto, aparte del buen estado de conservación que tuvo en sus primeros años después de la muerte. Los médicos lo examinan; se admiran ante el estado de conservación y concluyen: “Se resolvieron en que era imposible ser aquello cosa natural, sino verdaderamente milagrosa. Porque un cuerpo que nunca jamás se abrió, ni le echaron bálsamo, ni la menor cosa del mundo, estar al cabo de tres años y tres meses tan entero que no le faltase nada, y con un olor tan admirable”.

El tema de las reliquias de santa Teresa puede parecer algo macabro pero hoy en día se encuentran dedos, jirones de carne… en los más diversos lugares de España y de la cristiandad. Ese brazo izquierdo cortado y el corazón se cuenta que permanece en el Carmelo de Alba de Tormes donde se dice que desde 1616 está depositado en una capilla especialmente construida para tal fin, en una tumba de piedra. El Carmelo de San José de Ávila tiene una clavícula, el de Santa Teresa de la misma ciudad se exhibe un dedo anular y un pie derecho y un trozo de la mandíbula superior están en Roma. Aunque la historia de la mano izquierda parece la más controvertida de todas porque es además la parte del cuerpo de santa Teresa que más peripecia ha sufrido: ya que fue enviada en 1585 a los carmelitas de Lisboa por parte del padre Gracián y allí es conservada hasta principios del siglo XX, pero las convulsiones políticas y sociales de Portugal la hacen volver a España, al Carmelo de Ronda en 1924 donde allí los republicanos, con el comienzo de la Guerra Civil española, exigen su entrega que fue bien guardada ante el riesgo de que el convento fuese quemado y asaltado como tantos otros. Y llega a las manos del General Franco, y el Generalísimo la usa como guía en su tarea de regeneración de la Patria como hizo la santa en su época con la reforma carmelita. Y cuentan las crónicas de entonces que el Caudillo ve en Teresa de Ávila a la “santa de la raza”; venera tanto ese “brazo incorrupto” que no se separa de él; para dormir, lo pone en su mesilla de noche; lo lleva en todos sus desplazamientos, incluidos los viajes a sus residencias de verano y se queda con él hasta su muerte en 1975, donde es devuelta de nuevo al Carmelo de Ronda. Y esto demuestra y refuerza ese pensamiento de que cada vez que se cree estar en presencia de un santo o de un gran hombre, surge la fuerte tentación de trocear el cuerpo para hacer reliquias o recuerdos. Así se hizo con el pobre cuerpo sin vida de Teresa de ÁVILA/JESÚS y fue un triste final a su historia pero que demostraba el gran interés en su vida y obra y en la elegida por Dios como su refundadora de la cristiandad.

El cuerpo incorrupto de Santa Teresa de Jesús, todo un misterio.

LECTURA A RECOMENDAR:

Teresa de ÁVILA y la España de su tiempo (Joseph Pérez, prestigioso y reconocido hispanista). 


 

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