40 AÑOS DEL ACCIDENTE AÉREO DE LOS RODEOS

El pasado 27 de marzo se cumplieron cuarenta años de un triste acontecimiento: el accidente aéreo de Los Rodeos, en la isla canaria de Tenerife, el que ha provocado el mayor número de víctimas mortales en la historia: 583, además de 61 heridos. El mundo se conmovió ante la mayor de las catástrofes registradas por la aviación civil hasta entonces.






Eran exactamente las cinco y cinco de la tarde, hora insular canaria, del domingo 27 de marzo de 1977 cuando dos aparatos Boeing 747, más conocidos como jumbos, uno de la compañía estadounidense Pan American World Airways (Pan Am) y otro de la holandesa KLM, colisionaron violentamente en la pista de despegue y aterrizaje del aeropuerto de Los Rodeos, en Tenerife. A continuación ambas aeronaves estallaron y se produjo un gigantesco incendio. De entre los 380 pasajeros y 16 miembros de la tripulación de la aeronave norteamericana, hubo 61 supervivientes. De los 234 pasajeros y 14 tripulantes del avión holandés no sobrevivió nadie. Habían perecido calcinadas la mayor parte de las personas muertas. Otras más, gravemente heridas, fallecerían en los días siguientes. Era la mayor catástrofe de la historia de la aviación.

Ambos aparatos tenían su verdadero destino en Las Palmas de Gran Canaria pero la explosión de una bomba, colocada en el aeropuerto de esta ciudad, determinó su desvío hacia Tenerife. La bomba había sido colocada por militantes del Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC) y había explotado a las 13:15, hora local, en la terminal de pasajeros del aeropuerto gran canario. Más tarde hubo una segunda amenaza de bomba, debido a lo cual las autoridades cerraron el Aeropuerto de Las Palmas de Gran Canaria por unas horas. Ambos vuelos fueron desviados al Aeropuerto de Los Rodeos, en la vecina isla de Tenerife, junto con muchos otros vuelos.

Cuando, de nuevo, los aviones iban a emprender el despegue a su destino definitivo, se produjo la escalofriante colisión. La torre de control había autorizado su salido y dio órdenes de que los aparatos se dirigieran a la cabecera sur de la pista, uno tras otro, y a prudente distancia entre sí para iniciar su impulso de despegue. El de la KLM debería llegar hasta el final de la pista de operaciones y girar allí 180 grados. El de la Pan Am debería tomar un lateral que, a través de la pista de rodadura, lo encaminara a la cabecera sur de la de despegue.

O las instrucciones comunicadas desde la torre de control de Los Rodeos fueron malinterpretadas por las tripulaciones, o los controladores no las transmitieron adecuadamente. Fue, en cualquier caso, un lamentable error humano nunca suficientemente esclarecido, a lo que se sumó una intensa niebla que complicó las operaciones de ambas aeronaves. Incluso las condiciones atmosféricas hicieron imposible que el accidente fuera visto desde la torre de control, desde donde solamente se oyó una explosión seguida de otra, sin quedar claras su situación o causas.

Momentos después de la colisión, fue un avión situado en la plataforma de estacionamiento el que avisó a la torre de que había visto fuego. La torre hizo sonar la alarma de incendios inmediatamente y, aún sin saber la situación del fuego, informaron a los bomberos. Estos se dirigieron a la zona a la mayor velocidad posible, lo que debido a la intensa niebla seguía siendo demasiado lento, aún sin poder ver el fuego, hasta que pudieron ver la luz de las llamas y sentir la fuerte radiación de calor. Al despejarse un poco la niebla, pudieron ver por primera vez que había un avión completamente envuelto en llamas. Tras comenzar a extinguir el fuego, la niebla siguió despejándose y pudieron ver otra luz. Al acercarse, descubrieron un segundo avión en llamas. Inmediatamente concentraron sus esfuerzos en este segundo avión, ya que en el primero era completamente imposible hacer nada. La tragedia estaba servida. El incendio de ambas aeronaves daba al siniestro un aspecto dantesco. Cabe recordar que el avión neerlandés llenó sus tanques con 55 000 litros de combustible, lo que ayudó a que la explosión en llamas de las aeronaves fuese aún mayor.

Según los supervivientes del vuelo de Pan Am, entre ellos el capitán del vuelo, Victor Grubbs, el impacto no fue terriblemente violento, lo que hizo creer a algunos pasajeros que se había tratado de una explosión. Unos pocos situados en la parte frontal saltaron a la pista por aberturas en el costado izquierdo mientras se producían diversas explosiones. La evacuación, sin embargo, se produjo con rapidez y los heridos fueron trasladados. Muchos tuvieron que saltar directamente a ciegas y gran parte de los supervivientes tuvieron fracturas y torceduras por la altura del jumbo.

Sobre las explicaciones a este grave accidente, se habló de la curiosa coincidencia de que ese día hubiese una amenaza de bomba en el aeropuerto de destino de ambos aviones, que hizo que fuesen desviados los dos vuelos a Los Rodeos; del cansancio tras largas horas de espera y de la tensión creciente, de la situación entre la tripulación especialmente.

Restos del accidente // canariasenred.com

El capitán del avión holandés, debido a la rigidez de las reglas en su país sobre las limitaciones de tiempo de servicio, sólo disponía de tres horas para despegar desde el aeropuerto de Las Palmas de Gran Canaria de vuelta al aeropuerto de Ámsterdam o tendría que suspender el vuelo, con la consecuente cadena de retrasos que eso conllevaría. Además, las condiciones atmosféricas del aeropuerto, con intensa niebla, estaban empeorando rápidamente, lo que podría provocar que el vuelo fuese retrasado aún más. El llamado “síndrome de la prisa” pudo afectar al piloto holandés, que inició su recorrido por la pista sin tener autorización para el despegue, tan sólo confirmación de la ruta a seguir una vez que despegara. Esta, se cree, es la causa directa del accidente y, a pesar de las reticencias holandesas, es la versión aceptada y corroborada por las cajas negras de los aparatos.
Otro factor fueron las transmisiones de la torre, a las que se achaca que fueran casi simultáneas y poco claras, con interferencias. El lenguaje técnico empleado en la comunicación entre las tres partes tampoco fue adecuado.

Otra causa que hay que tener en cuenta es la excesiva congestión del tráfico aéreo, que influyó, y mucho, obligando a la torre a tomar medidas que, aunque reglamentarias, en otras ocasiones pueden ser consideradas como potencialmente peligrosas, tal como tener aviones rodando por la pista de despegue.

Hay que tener en cuenta que, por entonces, Los Rodeos era un aeropuerto demasiado pequeño para absorber fácilmente una congestión semejante. Sus instalaciones eran muy limitadas. Tenía una sola pista de despegue y sus controladores no estaban acostumbrados a tantos aviones, mucho menos jumbos, y era domingo, por lo que sólo había dos de turno. No poseían radar de tierra y las luces de la pista estaban estropeadas. Por todo ello, el aeropuerto de Los Rodeos estaba considerado ya, entre los profesionales de la aviación, como de pesadilla por su ubicación y su escasa adecuación al considerable tráfico que recibía. El segundo aeropuerto, el Tenerife Sur o reina Sofía, que se construía al sur de la isla, estaba casi acabado. Se había previsto para descongestionar el vetusto aeropuerto tinerfeño de Los Rodeos pero no abriría hasta noviembre de 1978; estaba por tanto aún en fase de construcción.

Algo más de cuatro años antes, en diciembre de 1972, había perecido 148 turistas alemanes y siete tripulantes de un avión de la compañía Spantax en el mismo aeropuerto, al estrellarse contra el suelo inmediatamente después de despegar. No hubo supervivientes. Esta vez, en 1977, la tragedia fue mucho mayor, por desgracia. Sólo tres años después del gravísimo accidente de Los Rodeos, hubo otro. Fue un 25 de abril de 1980 cuando un vuelo, realizado en un Boeing 727 de la compañía inglesa Dan Air que unía el trayecto entre Manchester y Tenerife, cayó a unos 20 kilómetros del aeropuerto tinerfeño de Los Rodeos, justo cuando se acercaba para aterrizar. Fallecieron los 146 ocupantes de la nave.


Como consecuencia del accidente de marzo de 1977, se produjo una serie de cambios en cuanto a las regulaciones internacionales. Desde entonces, todas las torres de control y pilotos deben usar frases comunes en inglés y se comenzaron a instalar en los aviones sistemas de navegación automáticos para niebla. También se cambiaron los procedimientos de cabina, dándose más énfasis a la toma de decisiones conjuntas entre los miembros de la tripulación. En concreto, está terminantemente prohibido decir “despegue” (take-off) en frases que no sean precisamente las del despegue. En su lugar se deberá hablar de “salida” (departure).
 

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