Que sea solo el ser humano la única especie de este mundo que pueda tener conciencia de su propia existencia y de la capacidad de comprender la muerte ya es casi dogmático, porque los animales también tienen conciencia y sufren esa propia existencia, al igual que cuando su final está cerca. Por eso debemos hacernos la pregunta, ¿los animales saben cuándo van a morir?
Según la IA, no hay una respuesta definitiva a si los animales saben que se van a morir. Si bien algunos animales pueden tener una comprensión de la muerte, no es del mismo nivel que el de los humanos. Algunas investigaciones sugieren que algunos animales pueden comprender la muerte, como el duelo o las experiencias cercanas a la muerte, pero no necesariamente comprenden el concepto abstracto de la muerte como algo irreversible. En resumen, aunque es posible que los animales tengan una comprensión limitada de la muerte, no hay pruebas definitivas de que comprendan el concepto abstractamente como lo hacen los humanos.
Según un extenso artículo publicado en The Atlantic: Hasta ahora, los mejores datos de tanatología comparativa provienen de observaciones de animales en libertad o de poblaciones cautivas en zoológicos. Las especies que reaccionan de forma más interesante a la muerte —las habituales: primates no humanos, ballenas y elefantes— tienen una larga esperanza de vida. Sus comunidades no pierden individuos con mucha frecuencia.
Una especie en concreto, los chimpancés, sí que tienen concepto de la muerte. James Anderson, profesor emérito de la Universidad de Kioto y considerado el precursor de la tanatología comparada, ha argumentado que los chimpancés no tienen un sentido similar de su propia mortalidad. No cree que nadie haya visto jamás a un chimpancé intentar suicidarse, en las miles de horas que los hemos observado. Según Anderson, solo un animal que sabe que puede morir intentará provocar su propia muerte. El hecho de que no existan informes fiables de chimpancés, afirma, ni de ningún otro animal, que realicen este comportamiento sugiere que la carga existencial de la mortalidad recae exclusivamente sobre nosotros.
Los chimpancés son una de las especies que sí tienen reconocida la capacidad de pasar por un proceso de duelo ante la muerte similar a los seres humanos. |
Susana Monsó es una doctora en Filosofía por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y profesora en el Departamento de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia de esta misma universidad, quien tiene un libro que se llama 'La zarigüeya de Schrödinger' (Plaza & Valdés) en el cual plantea la posibilidad de que algunos animales sí que puedan comprender la muerte, pero para ello habría que determinar empíricamente si los animales tienen o no un concepto de la muerte.
La zarigüeya de Schrödinger, de Susana Monsó (Plaza & Valdés Editores) |
Otro de los problemas que nos encontramos al abordar este asunto es la forma de comunicación que usamos con los animales, a través de señales no verbales y comportamientos que en ocasiones nos resultan casi imperceptibles, como bien expresa el artículo de Muy Interesante, ya que caemos en esa falsa interpretación dada nuestra tendencia a antropomorfizar el comportamiento animal, asumiendo que piensan lo que nosotros pensaríamos en su misma situación. La idea fundamental de Monsó es que, para comprender mínimamente la muerte, un animal debe entender primero que un individuo muerto antes estuvo vivo, y luego comprender que ese evento es irreversible y no funcional.
¿Hay animales que se anticipen a su propia muerte?
Muchos animales han dado muestra de comprender la muerte: grandes primates, cetáceos, elefantes, cuervos o roedores (algunos roedores se apartan del grupo social cuando está próxima su muerte). Sin embargo, saber si son conscientes de que ellos mismos van a morir es más difícil de asegurar. Hay fotografías y vídeos increíbles donde se ven a perros con tristeza tras morir su amo. En este caso, puede que todavía pase como con los niños cuando lloran por un familiar fallecido: no comprenden aún su condición mortal.
¿Y cómo viven su duelo? En un artículo publicado en la página laderasur.com, cuenta la historia de una chimpancé de 21 años de nombre Natalia, que dio a luz a inicios de febrero de 2024 en el zoólogico de la ciudad de Valencia, Bioparc. Lamentablemente, con el paso de los días la cría fue debilitándose, lo que finalmente terminó con su fallecimiento. Desde entonces, y durante tres meses, la madre, que ya había perdido una cría previamente, la llevaba consigo para todos lados, la acariciaba y le daba besos como si aún estuviera con vida.
El "duelo" de Natalia, la chimpancé que no se desprende de su cría fallecida.
Ese comportamiento ya es normal en los chimpancés, como dicen los zoólogos, pero lo que paeció inusual en este caso es que se prolongara por tanto tiempo aquella pérdida. En el mismo artículo señalado, se cuenta que los trabajadores del recinto le dieron el tiempo necesario a Natalia para que de forma gradual se pudiera separar de su cría fallecida y de la forma menos traumática posible para ella misma.
Esto demuestra esa conclusión de muchos estudiosos del duelo que dice que «el duelo es una respuesta a un déficit, que surge como subproducto de una reacción ligada con la separación». Y que, «hay un proceso de llegar a entender y aceptar que esa vinculación ya no va a estar», esta última afirmación la destaca en la publicación referida el Doctor Carlos Olavarría, biólogo especialista en mamíferos marinos, quien cuenta una historia similar al del chimpancé Natalia pero en este caso con un cetáceo a la cual, cuando le sacaron la cría muerta del agua con el objetivo -todo esto bajo estudio científico- de facilitarle la recuperación a la hembra, cuenta que resultó peor. La madre empezó a reaccionar y a saltar. Cambió su conducta.
Esos patrones observados en cetáceos, grupo taxonómico que incluye ballenas, delfines y marsopas, son similares a las respuestas emocionales de los humanos, sobre todo luego de la pérdida de una cría.
Otras especies muy estudiadas en este aspecto son los elefantes, de los que se ha observado que incluso son capaces de enterrar a sus crías. Un fascinante estudio realizado por el Instituto Indio de Educación e Investigación Científica (IISER), observó que los elefantes transportaban los cadáveres hasta encontrar un lugar propicio para llevar a cabo el entierro: lejos de humanos y otros animales. Además, las huellas y los rastros de estiércol, que los investigadores encontraron en las cinco sepulturas estudiadas, indicaban que elefantes de todas las edades contribuyeron en los entierros. E, incluso, en la especie de los elefantes africanos cubren los cadáveres con vegetación y regresan a esos lugares repetidas veces a lo largo del tiempo. Todo esto es importante valorando el aspecto social de cómo se organizan las manadas de elefantes. El aspecto social y de pérdida de comunidad es un factor importante en este tipo de observaciones, porque en cetáceos ocurre igual.
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Cría de elefante semi-enterrada. //Fuente: laderasur.com |
Otro caso destacado en el portal laderasur.com, es el que sucedió con una foca leopardo en la Laguna de San Rafael (Chile). Esa foca estaba embarazada y un mes después dio a luz a una cría, que no se movía. La foca se dio cuenta de que estaba muerta y dicen los que observaron su reacción que llegaron a observar en este animal lágrimas marcadas, más ojerosa, e incluso, más delgada. Los expertos la dejaron, sin hacer nada, y al cabo del mes, dejó que su cría se hundiera, pero luego de haber soportado todo ese tiempo en ayunas, tratando de darle calor. La cambiaba de posición, la movía con la nariz,... destacaron todo ese proceso como muy doloroso y triste para ese animal. Pero tuvo que pasarlo, como lo pasamos todos los seres vivos en algún momento.
Más mamíferos de tierra, como los lobos o los chacales, suelen aullar en señal de duelo cuando fallece uno de los miembros de su manada. Los gorilas, por su parte, tienden incluso a transportar los cuerpos de sus difuntos para colocarlos en lugares que fueron especiales para ellos.
¿Y en cuanto a las aves? Pues hay casos reportados también en búhos, urracas o incluso cuervos que emiten sonidos particulares y se reúnen en torno al cuerpo sin vida de su compañero.
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