En esta sección os recordamos un terrible crimen ocurrido en Badajoz en abril de 1971.
Es conocido como el "crimen del bus" por culpa de un individuo que entró en uno de los vehículos de la ciudad para matar a una joven con la que estaba obsesionado.
El suceso conmocionó a toda la ciudad debido a la juventud de la víctima y la crueldad del asesino, quien se suicidaría prácticamente en el acto.
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En el mediodía del 15 de abril de 1971 ocurrió un luctuoso suceso que causó gran impresión en toda la ciudad. Los hechos ocurrieron en el autobús número 23 que hacía el recorrido San Roque-Estación.
Diario HOY: 16 de abril 1971 (página 9)
Cuando el vehículo se hallaba a la altura de la avenida Carolina Coronado, un individuo detuvo el autobús con el gesto como abriendo las manos cuando se disponía a emprender la marcha de salida de una parada situada sobre el número 54 de esa avenida. Cuando el conductor abrió la puerta para permitirle entrar, el individuo se dirige al interior sin pagar hasta que el conductor lo requirió para ello. El viajero pagó con 25 pesetas, recibió la vuelta y se dirigió hacia una muchacha, a la que apuñaló. Al parecer, entre los viajeros se hallaba don José María Domínguez Palacios, oficial del Juzgado, quien trató de separar al agresor de su víctima.
El agresor, tal vez en un ataque de enajenación mental, apuñaló a una joven, y, suponiendo que la había matado, con su misma navaja se asestó un corte en el cuello, prácticamente en la yugular, pereciendo a los pocos instantes en el mismo vehículo.
El agresor resultó ser Antonio Estrella Amaya, mayoral de una finca del término de Badajoz, de 36 años de edad, natural de Villar del Rey. La joven agredida se llamó Antonia Núñez Guerra, de 19 años de edad natural de La Codosera; vivió en Villar del Rey. Trabajaba en una casa de Badajoz como sirvienta.
En el autobús viajaban pocas personas, entre ellas una persona ciega. El mismo conductor del bus, que frenó al oír los gritos, detuvo a un taxi en el que metieron a la joven, fue llevada al Hospital Provincial al cual llegó por su propio pie, y dejando un reguero de sangre, hasta el quirófano donde los facultativos de guardia le hicieron una operación – que duró varias horas – para curarle diversas heridas por arma blanca, una de ellas grave y profunda en la garganta. La operación fue satisfactoria, si bien la herida había perdido mucha sangre y su estado, dentro de la gravedad, fue satisfactorio.
Se cree que aquel intento de asesinato pudo ser pasional, y el motivo dado en la prensa de la época fue que la joven no deseaba mantener relaciones amorosas con Antonio Estrella Amaya. Fueron novios pero no se llevaban bien y decidieron romper las relaciones.
Otro bus fue enviado por la empresa al lugar del suceso para llevarse a los pocos pasajeros y continuar cubriendo la línea hasta que llegó el juez que ordenó el levantamiento del cadáver y autorizó la marcha del vehículo. Hasta el párroco de la estación, don Diego Barrena, acudió urgentemente al lugar del suceso y administró los auxilios espirituales.
Inmediatamente de conocerse el luctuoso suceso, se presentó la Comisaría de guardia en el lugar de los hechos, junto a varios policías municipales de la época, y uno de los inspectores manifestó: “Se trata de un homicidio frustrado y de un suicidio culminado. Era horroroso el cuadro que presentaba el interfecto, que a poco más se decapita”.
Un día después de lo que ya denominaron en la prensa como “la tragedia en el bus”, Antonia Núñez parecía mejorar tras la delicada operación. El agresor y suicida, Antonio Estrella Amaya, era enterrado en su pueblo natal: Villar del Rey. Todavía quedaba por dilucidar el por qué atacó a la joven, y se filtraba la intención de Antonio de querer reanudar las relaciones y casarse en el mes de mayo de aquel año.
Diario Hoy: 17 abril 1971 (página 9)
El diario Hoy contaba en sus páginas interiores de aquella fecha que a las nueve de la mañana de aquel lejano 17 de abril de 1971 se había agotado toda la edición debido a que los vecinos pacenses querían enterarse del terrible suceso ocurrido en el ‘bus’ número 23 (línea que actualmente no existe).
Según contó un testigo presencial al Diario Hoy en aquel año (José María Domínguez Palacios): “El suceso ocurrió cuando faltaban unos 25 o 30 metros de la parada. Íbamos siete personas y el conductor (Manuel Expósito Lino), que actuó con gran serenidad y perfección. Una pasajera era invidente y llevaba una niña de unos doce años, tal vez como lazarillo, que lo vio todo y lloraba. Entre el conductor y yo bajamos a todos los pasajeros del vehículo”.
El mismo testigo contó que “todo fue rapidísimo”, que pensaba que ambos habían caído al suelo por el movimiento del autobús. Fue el que intentó separarlos, en vano. “Antonio Estrella Amaya, después de darse el corte en el cuello, quedó en una postura como de rodillas mientras se desangraba y moría”. Contó al mismo diario, “la joven salió por la puerta delantera -y por sus propios pies- se metió en una farmacia. Paramos a un taxi, que era el de Francisco Botello Ripollet, de la parada de la calle Espronceda, que se portó extraordinariamente, y llevó a la joven al Hospital”.
El cuerpo sin vida de Antonio Estrella se trasladó al depósito de cadáveres del Hospital Provincial antes de hacerle sepultura en el cementerio de Villar del Rey. A la misma publicación referida anteriormente del diario hay un fragmento del que fue jefe de Antonio durante su tiempo como jornalero en la finca ‘Rabogato’ donde trabajaba. Estas fueron las palabras de sorpresa de Vicente Ambel Albarrán, propietario y empresario: “¡Qué lamentable ha sido! Antonio Estrella Amaya era un muchacho extraordinario. Tenía 36 años. Educado, trabajador, eficiente. Jamás le vimos enfadado. En mi finca llevaba trabajando diez o doce años y nunca me dio el menor disgusto. El día antes estuvimos charlando sobre el ganado. Siempre sereno, equilibrado. ¡No se puede explicar! Debió sufrir una crisis nerviosa”.
Está claro que esa crisis o brote psicótico que tuvo Antonio aquel trágico día fue producto de una obsesión que tuvo con la joven Antoñita, como era conocida en el pueblo. Le tenía un gran amor y, al parecer, incluso imploró de los padres de la joven colaborasen en restablecer las rotas relaciones amorosas, rezaba el periódico gracias al relato de Vicente Ambel Albarrán. Su intención fue la de casarse con ella, y ese amor quizá no correspondido produjo el desequilibrio mental. Cartas cruzadas entre ambos obran en el sumario que se instruye, según el Hoy.
Antonia Núñez, entre la vida y la muerte
Aunque la salud de la joven parecía mejorar en las horas posteriores al ataque de Antonio, tras una intervención quirúrgica delicada y tras pasar un día con fiebre y una hemorragia en la misma herida, el día 18 de abril de 1971 el diario Hoy informaba en sus páginas interiores que un coágulo de sangre alojado en los pulmones causó un súbito empeoramiento, y que aunque fue intervenida rápidamente, se encontraba en estado satisfactorio. Se temió un fatal desenlace rezaba el título de aquella breve noticia actualizando el interés de la joven Antoñita por la que todo el pueblo pacense se preocupaba.
Diario Hoy: 18 abril 1971 (página 10)
Desgraciadamente, el fatal desenlace no se daría hasta un día después de aquel súbito empeoramiento. El 20 de abril de 1971 el Diario Hoy sacó en su primera página el titular que ningún pacense quería ver:
Diario Hoy: 20 abril 1971 (página 1)
En aquel lejano número del periódico, se informaba en su segunda página de numerosos sucesos ocurridos en Badajoz y en otras provincias. Pero nadie quería leer ese fatal desenlace que tristemente terminó por ocurrir. Sobre las dos y media de la tarde del 19 de abril de 1971, la joven apuñalada en el bus, Antonia Núñez Guerra, sufrió una gravísima recaída en su estado de salud y poco después, luego de recibir los Santos Sacramentos, falleció a la pronta edad de 19 años tras haber luchado más de cuatro días entre la vida y la muerte.
Luego de las intervenciones quirúrgicas que le fueron practicadas por los doctores especialistas -tanto en cirugía como en otorrinolaringología- una vez llegó herida y sangrando al Hospital Provincial, y todos los cuidados postoperatorios necesarios en aquel Hospital provincial, la pobre Antoñita no pudo sobrevivir a pesar de que poco a poco ya estaba recuperando el habla. Este triste final nunca se esclareció del todo a nivel médico, ya que en la misma publicación se menciona a que pudo haber sido por una insuficiencia cardíaca, quizá provocada por esa tremenda herida que aunque requirió continuamente de intervención quirúrgica y vigilancia médica, las secuelas pudieron ser demasiado para la joven.
El cadáver de Antonia Núñez descansa todavía en el cementerio de Villar del Rey (Badajoz), la localidad donde vivía. Allí también descansan (en otro nicho diferente), el de su agresor y asesino, Antonio Estrella. Un fatal desenlace de un drama pasional que conmovió a la ciudad de Badajoz en aquel lejano año 1971 y de cuyo crimen me enteré por una curiosa frase popular que me contó una asistenta a una de las rutas de Badajoz Misterioso que realicé en su momento:
“Si quieres llegar a la vejez, no cojas el 23”.
Quizá el infame suceso dejó un recuerdo en forma de frase popular que se repitiera por un tiempo. Quizá la línea 23 no volviera a la línea de autobuses para no destapar el drama pasional que ocurrió en el interior de aquel vehículo (esto no está del todo claro, solo es una suposición del autor). Pero lo que está claro es que fue un crimen machista, cruel y horrible que como ocurre con este tipo de sucesos provocan muchas preguntas y pocas respuestas de por qué a veces el ser humano actúa como actúa.
| Los restos de Antonia Núñez Guerra descansan en el cementerio municipal de Villar del Rey (Badajoz). |
| A Antoni Estrella Amaya lo enterraron en el cementerio municipal de Villar del Rey (Badajoz). |




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