Era, aparentemente, un hombre inofensivo... pero su personalidad escondía
un terrible psicópata que convirtió su granja en un matadero humano. Sus
espeluznantes crímenes proporcionaron a Hitchcock las bases para su clásica
película de terror Psicosis.
Nació un 27 de agosto de 1906 y
vivió en Plainfield, Wisconsin. Su madre, austera y fanática religiosa,
despreciaba a su débil y borracho marido. Cuando ambos discutían, que solían
hacerlo con frecuencia, el hombre se emborrachaba y pegaba a sus dos hijos.
Desde el primer momento, la vida
de Ed estuvo completamente dominada por su madre, quien se había prometido a sí
misma que su hijo no sería nunca como esos hombres lascivos, ateos y
alcoholizados que veía a su alrededor. Seguía una disciplina muy dura
castigando a sus hijos y se mostraba incapaz de darles el consuelo y el amor de
una madre.
Gein no tuvo contacto con otros
niños. Todo el mundo se presentaba ante los ojos de esa madre como una amenaza
para la pureza moral de su hijo. Así aconteció durante treinta y nueve años,
hasta que la mujer moría víctima de un ataque al corazón, dejando tras ella un
hombre dependiente, reprimido y solo, en un mundo que apenas comprendía.
Se cuenta que, en la tarde del 8
de diciembre de 1954, un granjero de Plainfield, en Wisconsin, entró en “la
taberna de los Hogan” a echar un trago en esa fría tarde de invierno cuando
descubre con espanto un gran reguero de sangre que cubría las tablas de madera
del suelo. La propietaria, Mary Hogan, había desaparecido.
El sheriff observó que no había
señales de lucha aparentes y que la caja registradora seguía llena pero
determinó que la mujer había sido asesinada y que su cuerpo había sido
arrastrado hasta un coche que esperaba fuera. Los informes forenses tan sólo
confirmaron las conclusiones a las que había llegado el sheriff y no arrojaron
ninguna luz sobre el caso. La desaparición de Mary era todo un misterio.
Un mes después de este suceso, el
propietario del aserradero de Wisconsin comentaba el caso con un hombre pequeño
y tímido que vivía en una granja de madera a pocos kilómetros de allí. Su
nombre era Ed Gein.
Gein vivía solo desde la muerte
de su madre en 1945 y se ganaba la vida haciendo toda clase de trabajos a los
vecinos de Plainfield. Fue su habilidad en este tipo de trabajos, por la que
este hombre de complexión débil, mediana edad, pelo rubio y ojos azules empezó
a ser conocido entre las gentes del lugar como una persona trabajadora,
cumplidora, fiable pero algo excéntrica.
El propietario del aserradero no
se llevaba muy bien con Gein. Encontraba extremadamente difícil hablar con él
porque, a veces, éste comenzaba a reír con nerviosismo sin motivos, como un
desequilibrado, o por sus comentarios inoportunos que dejaban a la otra persona
sin saber qué decir.
En esta ocasión, el hombre
recordó que Gein solía sentarse solo en un rincón de la taberna mirando
fijamente a la dueña del local absorto en sus pensamientos con una jarra de
cerveza, y supuso que estaba enamorado de la mujer. Le sugirió, bromeando, que
si le hubiese hablado a Mary con claridad de sus sentimientos, probablemente,
en ese momento, estaría en su granja cocinando y esperando a que volviera en
lugar de haber desaparecido, presumiblemente asesinada. Gein, con un extraño
gesto, según cuentan, puso los ojos en blanco y le respondió con una de sus
conocidas sonrisas: “No está desaparecida. Ahora mismo está en la granja”. El
hombre se encogió de hombros y no le tomó en serio, después de todo, era el
tipo de comentario que se esperaban de él... Ahí quedó esta historia.
La mañana del sábado 16 de
noviembre de 1957 Ed Gein asesinaba a la dueña de la ferretería del pueblo,
Bernice Worden, disparándole una bala con su viejo rifle de caza del calibre
22. También en esta ocasión se llevó el cadáver en la furgoneta, dejando el
suelo del local encharcado de sangre. Pero, esta vez, habría un testigo... el
libro de contabilidad. En su última anotación figuraba el nombre de Ed Gein, a
quien habría vendido su último anticongelante.
Dos oficiales de la policía
arrestaron a Gein mientras otros dos se dirigían inmediatamente hacia su granja
con la intención de llevar a cabo un registro. Al pasar dentro, el sheriff
sintió como algo le rozaba el hombro y, al volverse, se topó con un cuerpo
decapitado de mujer con un profundo agujero en el estómago que colgaba del
techo. Tras el shock por el horror
que habían presenciado y tras pedir ayuda por radio, los dos hombres volvieron
a la casa.
El cadáver colgaba de un gancho
por el tobillo y con un alambre le habían sujetado el otro pie a una polea.
Habían rajado el cuerpo desde el pecho hasta la base del abdomen, y las tripas
brillaban como si las hubiesen lavado y limpiado.
No había duda que el causante de
ese terrorífico espectáculo era una persona enferma. Era difícil de creer que
un ser humano pudiera vivir allí. Por todas partes se veían montañas de basura
y desperdicios, cajas de cartón, latas vacías, herramientas oxidadas,
excrementos, revistas pornográficas, de terror y de anatomía humana, chicles
pegados en las tazas y una dentadura sobre el mantel de la mesa...
Más tarde, en cuanto llegaron más
patrullas, se descubrió en el interior de la casa todo el horror que allí
escondía. Había varios cráneos esparcidos por la cocina, unos intactos y otros
partidos por la mitad y empleados como cuencos.
Una inspección más detenida
reveló que una de las sillas de la cocina estaba hecha con piel humana, como
las pantallas de las lámparas, las fundas de los cuchillos e incluso alguna
prenda de vestir, como un chaleco o un cinturón formado con pezones humanos.
Entre los más atroces
descubrimientos se encontraron unas cajas con los restos humanos pertenecientes
a diferentes cuerpos sin identificar, el corazón y la cabeza amputada de
Bernice Worden en una bolsa de plástico, una colección de nueve máscaras de
piel humana con el pelo intacto, de las cuales cuatro colgaban en la pared que
rodeaba la cama de Gein… Había decorado el interior de su casa de madera con
esas máscaras confeccionadas con tiras de piel procedentes de auténticos
rostros humanos y con los cráneos colgados de las columnas de su cama.
La única habitación de la casa
que parecía normal era una sellada con tablones en la puerta y perfectamente
ordenada… Era la de su madre. Desde que su madre muriera en 1945, doce años
antes, la habitación había estado cerrada con clavos como un sepulcro. Ed
explicó a la policía después de su detención que, tras su fallecimiento, su
madre se mantuvo en contacto con él durante más de un año, hablándole mientras
se adormecía. Dijo que había sido en esa época cuando desarrolló su fascinación
por la anatomía. Le fascinaban los reportajes sobre operaciones de cambio de
sexo y se planteó el convertirse él mismo en mujer.
Gein declaró que tan sólo
recordaba, muy confusamente, haber matado a Bernice Worden y que los demás
restos humanos que se habían hallado en la granja pertenecían a nueve cadáveres
que había sacado del cementerio. Explicó que en los últimos años sentía de vez
en cuando la necesidad de profanar tumbas y que, en algunas ocasiones, incluso
conocía a las víctimas en vida y se enteraba de sus muertes leyendo los periódicos.
Luego, en la noche del entierro, se dirigía al cementerio, sacaba el cadáver y
rellenaba de nuevo la tumba (eso lo pudo comprobar la policía más tarde cuando,
al exhumar las tumbas, algunas de las que Gein había dicho se encontraban
vacías).
Muchos de los objetos domésticos
y muebles que se descubrieron a raíz del arresto de Gein procedían de las
profanaciones de tumbas. Unas veces arrastraba cadáveres enteros hasta su casa;
otras, cortaba las partes más interesantes y se las llevaba como recuerdo.
Mientras Ed Geine estaba
arrestado, la casa se incendió, después de extenderse el rumor de que estaba
destinada a convertirse en una atracción para turistas como la “casa de los horrores”.
De todas formas, su camioneta Ford sobrevivió y se vendió en una subasta
pública para ser utilizada en ferias locales con un letrero que anunciaba: “¡El coche de Ed Gein! ¡Vea el coche que
transportó a los muertos de las tumbas!”.
El lugar del asesinato macabro de Ed Gein. |
Los médicos del hospital central
del Estado deciden que el asesino no está capacitado para ir a un juicio y es
internado. Varios años después sí se celebra el juicio, en el que se le declara
culpable de dos asesinatos pero, al aducirse su locura, es de nuevo internado.
El caso de Ed Gein es, desde un
punto de vista médico, uno de los más complejos de la criminología. Voyerismo, fetichismo, travestismo y
puede que necrofilia integraban su personalidad.
Sin embargo, a medida que se iba
conociendo su verdadera historia se hizo evidente que esas perversiones eran
meras manifestaciones de una psicosis profunda, un trastorno mental que tenía
sus raíces en la relación anormal que tenía con la madre.
Cuando los psiquiatras comenzaron
a considerar las posibles razones de su comportamiento patológico, supusieron
que se trataba de un enredado caso de “complejo de Edipo”. Gein estaba
enamorado de su madre y, a raíz de su muerte, se obsesionó en buscar a alguien
que la sustituyera pues se encontraron extraordinarios parecidos entre sus
víctimas y su madre. De niño, buscaba el amor de su madre de manera obsesiva, que
le era negado una y otra vez. Fue así como en su mente se desarrolló una nueva
personalidad, un Ed que odiaba a la mujer.
Gein murió por insuficiencia
respiratoria el 26 de julio de 1984, tras décadas de reclusión en una unidad
psiquiátrica, donde resultó ser un paciente modelo. En la actualidad, sus
restos descansan en el cementerio de Plainfield, al lado de los de su madre...
El impacto de Ed Gein en literatura y cine
Ed Gein y sus macabros crímenes
inspiraron varias obras de literatura, música y cine; como el personaje de
Norman Bates en la novela de Robert Bloch Psicosis (Psycho), más tarde en el film de Hitchcock de 1960; el de
Leatherface en la saga fílmica La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre), y el de
Buffalo Bill en El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs), tanto la novela de Thomas Harris como el
film de Jonathan Demme de 1991. Además, existen un par de películas que
retratan su vida, con mayor o menor rigor histórico: Ed Gein (In
the Light of the Moon) del año 2000, como una de las más fieles, y Ed
Gein: the Butcher of Plainfield de 2007, muy poco sujeta a los hechos
reales. Sin olvidar el film de culto Deranged (conocido en España como Trastornado,
1974), donde un maníaco de nombre Ezra Cobb parafrasea la historia de Gein.
PD: por motivos de sensibilidad no hemos publicado ninguna imagen referida con su macabro asesinato. En la red hay muchas filtradas pero para evitar el morbo y la incomodidad de nuestros visitantes hemos decidido no publicarlas e impactar más con la fuerza de la palabra.
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