LA ESTELA DE CAÍN: RICHARD KUKLINSKI, EL “HOMBRE DE HIELO”

La historia de Richard Kuklinski está plagada de violencia, tortura y asesinato. La historia real de este prolífico asesino a sueldo no es apta para corazones sensibles ni estómagos impresionables. Fue un asesino a sueldo para la mafia durante dos décadas y un verdadero artista del crimen y del asesinato. Se especializó en gran variedad de procedimientos para matar aunque su especialidad era la disposición del cadáver para que la policía no le relacionara jamás con el crimen.




Richard Kuklinski nació en Jersey City, Nueva Jersey, EE.UU., en 1935, en el seno de una familia humilde. Vivían en un barrio marginal de viviendas protegidas. El ambiente familiar era rígido, violento y religioso. Su padre, un inmigrante polaco, guardafrenos en el ferrocarril, era un hombre alcohólico, putero  y pendenciero, que sometía a golpes a su mujer y a sus hijos por costumbre. Su madre, una católica hija de inmigrantes irlandeses.

Richard era constantemente maltratado por sus padres, sobre todo por su padre, quien le pegaba con asiduidad. Su madre también lo golpeaba con palos de escoba y otros objetos de la casa. Ella creía que la disciplina severa debía ir acompañada de una estricta educación religiosa (crió a su hijo en la religión católica). Richard llegó incluso a servir como monaguillo.

Richard tenía tres hermanos. El mayor, Florian, murió ante las lesiones causadas por el maltrato por parte de su padre. La familia Kuklinski mintió a la policía, diciendo que se había caído por las escaleras. Tenía también dos hermanos menores: Roberta y Joseph. Joseph fue condenado por violar y asesinar a una niña de doce años. Cuando se le preguntó a Richard, años después, sobre el crimen de su hermano, respondió: “Venimos del mismo padre”.

Richard era un niño introvertido. Estudiante difícil y con problemas para relacionarse, era blanco de ataques de niños del barrio y en el colegio por lo que empezó a hacer una vida callejera y solitaria. Varios informes policiales afirman que Kuklinski comenzó matando gatos cuando era niño.

En ese ambiente familiar tan sórdido, Richard se aficionó a los pequeños hurtos, primero para llenarse la panza, y luego, para llevar comida a casa. Su pericia como ratero se extendió a la de ladrón de coches. Aprendió a conducir en las calles, sin más compañía que la de su sombra. Pese a su indetectada dislexia, que afectó a su fracaso escolar, Richard aprendió a leer con interés cuando cayó en sus manos una revista de crímenes. En aquella época la crónica negra era un género muy popular, mucho más que ahora, y existían decenas de publicaciones que describían con todo detalle y soporte fotográfico crímenes e investigaciones.

Ese fue el germen para que ajustara cuentas con quienes se metían con él y, de ese modo, con trece años, mató a Charley Lane, un chico de dieciséis. Solía asegurar, cuando recordaba ese episodio, que su intención era solamente dar a aquel chico una lección pero lo cierto es que, una vez empezó a golpearlo, ya no pudo parar hasta que se dio cuenta de que lo había matado. Después, condujo un coche hasta las marismas y arrojó allí el cadáver. De ser víctima, había pasado a ser verdugo. Tras su primer crimen, se prometió que nadie le volvería a joder. Uno por uno, siguió a los chicos que le hacían la vida imposible, y los sometió a graves palizas. Pronto aprendieron a esquivarle.

Esta forma de actuar llamó la atención de la mafia, que le encargó varios asesinatos. A mediados de la década de 1950, Kuklinski se había ganado la reputación de ser un sanguinario asesino que pegaba o mataba a quienes les molestaban, formando una pequeña banda de delincuentes. Finalmente, su historial criminal y su extrema violencia atrajeron la atención de la familia DeCavalcante, que lo contrató para sus primeros asesinatos, ordenándole, para demostrar su fidelidad, que asesinara a dos miembros de su propia banda, cosa que hizo con facilidad.

Como sicario de la mafia, Kuklinski tenía un sitio predilecto, según se cuenta, para abandonar a las personas que mataba: Clinton Road, una solitaria  carretera, por otro lado, rodeada de misterios, en el condado de Passaic, Nueva Jersey. Allí, la mafia neoyorquina y en concreto Kuklinski dejaba todos sus cadáveres en las proximidades de esta carretera, en los bosques o en lagos cercanos.

Kuklinski se traslada a Manhattan a partir de 1954 y matar se convierte en un deporte para él, mataba casi al azar y de formas muy dispares a viandantes: con radios de bicicletas, con pistolas, quemándolos vivos, con cianuro… A veces acababa arrojando el cuerpo de la víctima al río Hudson. La policía de Nueva York llegó a creer que los vagabundos se estaban atacando y matando unos entre otros, sin sospechar que un verdadero asesino en serie había venido desde Jersey City.

Kuklinski llegó a afirmar que asesinó a numerosas personas en los siguientes treinta años. La falta de atención por parte de las fuerzas del orden se debió en parte a los métodos siempre cambiantes de Kuklinski: utilizó armas de fuego, cuchillos, explosivos, hierros de neumáticos, fuego, veneno, asfixia e incluso golpes con puños americanos. El número exacto no ha sido resuelto por las autoridades y Kuklinski, en varias ocasiones, afirmó haber matado a más de 200 personas.

Antes de comenzar con su carrera como asesino a sueldo, mientras trabajaba en un almacén en Nueva Jersey, Kuklinski conoció y se casó con Bárbara Pedrici, con la que tuvo dos hijas y un hijo.

Kuklinski se ganó el apodo de “Iceman” tras sus experimentos enmascarando el momento de la muerte de sus víctimas mediante la congelación de sus cadáveres en un congelador industrial, algo que aprendió de un compañero sicario, que conducía un camión frigorífico.

En la década de 1980, después de veinticinco años de trabajo como asesino a sueldo de la mafia, Kuklinski creó su propio grupo delincuente, e ideó nuevas maneras de beneficiarse con la muerte de personas. Durante esos años, Kuklinski estaba involucrado en drogas, pornografía, tráfico de armas, lavado de dinero, secuestro y asesinato por encargo. Pese a su ambiciosa gama de esfuerzos criminales, sin embargo, ya no estaba en su mejor momento y comenzó a cometer errores. Las fuerzas del orden habían empezado a sospechar de Kuklinski y comenzaron a reunir pruebas sobre los diversos crímenes que había cometido. Aunque Kuklinski no mató a nadie que pudiera testificar contra él, se descuidó en la eliminación de sus víctimas. Fue detenido finalmente en diciembre de 1986 y, tras el juicio, fue declarado culpable de cinco asesinatos y condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas.

¿Por qué actuaba así Kuklinski? Hay quien cree que probablemente heredó un trastorno de personalidad antisocial de sus padres maltratadores y que el abuso que él alega haber sufrido de su padre reforzó la violencia, las actividades que requieren la falta de conciencia y la falta de amor. Otros doctores que le trataron hablan de que Kuklinski sufría de trastorno paranoide de la personalidad, lo que le llevó a matar a algunas personas por los menores desaires o autocríticas, mucho después incluso de que ocurrieran.

Durante su encarcelamiento, Kuklinski concedió entrevistas a fiscales, psiquiatras, criminólogos, escritores y productores de televisión sobre su carrera criminal, educación y vida personal. Tres documentales y las últimas entrevistas que ofreció Kuklinski al psiquiatra forense Parque Dietz se retransmitieron por televisión. Además, se escribieron diferentes biografías sobre Kuklinski. Murió a los setenta años, en 2006, en un ala de seguridad en el St. Francis Medical Center en Trenton, Nueva Jersey.

El actor Michael Shannon interpretó a Kuklinski en la película de 2012 El hombre de hielo, basada en el libro de Anthony Bruno The Iceman: The True Story of a Cold-Blooded Killer. La película también está protagonizada por Winona Ryder como la esposa de Kuklinski.





 

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